El monumento a Radica se inaugurará este sábado a las 12:30
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24/4/2013
Con motivo de la celebración el 23 de abril del Día del Libro, la Biblioteca Pública de Tafalla entregaban los premios del 2º Concurso de Microrelatos organizado conjuntamente con la Asociación de Comerciantes de Tafalla (ASCOTA).
En esta segunda edición se han presentado un total de 99 textos: 59 microrelatos de adultos (47 en castellano y 12 euskera), y 40 microrelatos juveniles (21 en castellano y 19 en euskera). En la edición del año pasado se presentaron 59 textos, 5 de los cuales eran en euskera.
Los ganadores han recibido como premio un vale para gastar en comercios de ASCOTA. El vale para adultos es de 120 euros; en la modalidad juvenil, el vale es de 80 euros; y para la mención especial, el vale es de 60 euros.
“Motivaciones”, de Ana Erdociáin Saralegui (Premio Adultos en castellano)
En esa mañana heladora, María se levantó de la cama, se puso la bata y se sentó frente al televisor, fiel a su cita diaria con el sorteo de la lotería. Apretaba entre las manos su boleto con ansia y con un hormigueo en el estómago que le hacía vibrar. Los números fueron saliendo y su corazón se aceleró por momentos: coincidían con los de su boleto. Emocionada, María se levantó, abrió un cajón del mueble, y lo depositó junto a otros cupones premiados. Viuda, sin hijos, sin familia, no necesitaba el dinero. Ella sólo quería mantener la ilusión.
“Kolaboratzaile!”, de Angel Iriso Santos “Zaki” (Premio Adultos en euskera)
INEMera joan beharra nuen; azken hogei urteetan bezala, bertako langilea bainintzen.
Eta azken hilabeteetan legez, hortxe dago, ilara luzean. Eguneroko “agurra” bota dit:
-“Kolaboratzaile!!”
Gizon zaharra da. Bere aurpegierak argi islatzen du bere iragana ez dela erreza izan. Baina, zergatik hitz mingarri hori; nik ez dut inolako errurik, langile hutsa naiz…
Sartu orduko, nagusia zain:
-Sentitzen dut, María, badakit injustizia handia dela, baina kanporatuta zaude. Badakizu… krisia… Goikoen erabakia da, ni langile hutsa naiz.
Horren lehor; horren hotz.
Geroztik bi urte pasa dira. Gaur ere ilaran nago eta, egunero legez, nire nagusia zenari albotik pasatzerakoan, “kolaboratzaile!!” oihu egin diot.
“Aquel mensaje no era para mí”, de Borja Rodríguez García (Premio Juvenil en castellano)
Aquel mensaje no era para mí, pero ignorando el inquietante contenido de éste, decidí meter mis narices, como siempre.
“17:00 cafetería Mayer’s”
Eso decía el mensaje. Caligrafía menuda, angulosa, cuidada, contrastaba con la brusquedad con la que se había arrancado el trozo de papel, que parecía sacado de una página del New York Times. Nada más entrar en la cafetería, vi dos hombres que enseguida llamaron mi atención. Eran ellos, sin duda. No había hecho más que acomodarme en una mesa contigua con la esperanza de escuchar algo, cuando se levantaron y cruzaron una puerta del local, decía: Privado. Sin llamar la atención del camarero, la crucé yo también, y fue cuando lo descubrí todo.
Bizitzaz betetako bihotza, de Olatz Medrano Kareaga (Premio Juvenil en euskera)
Mezu hura ez zen niretzat bakarrik, familia osoarentzat baizik. “Ezin izan dugu ezer egin berarengatik”. Negarrez hasi nintzen. Bai, nire izeba hil egin zen ebakuntza-mahaiaren gainean. 33 urte zituen eta infezio erraldoia biriketan. Organo-emailea zen, horregatik beste bizitza batzuk salbatuko ziren berari esker. Nire ama hil zorian zegoen hori gertatu zenean, bihotz transplante baten zain ospitalean. Bat-batean, korrika eraman zuten froga batzuk egitera. Frogak positiboak ziren eta horrek, nire izebaren bihotza nire amarekin bateragarria zela esan nahi zuen.
6 urte pasatu dira eta hemen dago nire ama, inoiz baino biziagoa. Azkenean, gauza txarrek alde on bat daukatela ikusi dut. Eskerrik asko izeba.
Mañanas frías, de Adriana Salvo Esquíroz (Mención especial otorgada por ASCOTA)
En esa mañana heladora, Manuel quiso otra vez no despertar. Pero sus pies le arrastraron al mercado buscando fresas que harían sonreír a su nieta al mediodía. En esa mañana heladora, Carmen lloró mientras su café se enfriaba. Pero sus pies le arrastraron al mercado en busca de verduras que prepararía a su familia. Detrás del mostrador, el anciano recibió fresas y una cercana sonrisa. Desde un lateral, ella se llevó patatas, puerros y una caricia amiga. Sonrientes salían del mercado; y es que, en esa mañana heladora, la frutera vendía verduras y regalaba calor.
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